niño de Etiopía mirando con ternura a su mamá

Reduciendo la malnutrición

¿Cómo alivianar el problema de la enfermedad enfocándonos en la malnutrición?

Con malnutrición nos referimos tanto a desnutrición (emaciación, retraso del crecimiento y bajo peso) como a sobrenutrición (sobrepeso y obesidad). La malnutrición puede ser el resultado de muchos factores, que incluyen enfermedades, lesiones e ingesta de alimentos insuficiente o errática. Independientemente de la edad, el IMC o el tipo de cuerpo, la malnutrición provoca efectos adversos en la función corporal y en los criterios de valoración clínicos.

En la lucha contra la malnutrición, los costos de atención de la salud aumentan, la productividad disminuye y el crecimiento económico se tambalea, lo que perpetúa el ciclo de mala salud y pobreza (OMS). Al erradicar la malnutrición, se calcula que se eliminaría el 32 % de la carga de enfermedad en el mundo (OMS).

Durante períodos de gran estrés físico, como en el caso de una enfermedad aguda o una hospitalización, el cuerpo experimenta una respuesta metabólica de adaptación para sobrevivir. Proporcionar apoyo nutricional oportuno y suficiente es de suma importancia en los pacientes con enfermedades agudas y crónicas para asegurar funciones corporales óptimas, mejores criterios de valoración y rápida recuperación.

Desafortunadamente, se estima que la prevalencia de la malnutrición es de hasta el 50 % en los pacientes hospitalizados en todo el mundo, y la malnutrición relacionada con enfermedades sigue presentando un reto importante. La malnutrición calórico-proteica es, por lejos, la forma más letal de malnutrición y genera, entre otros efectos, descomposición de la masa del músculo esquelético y pérdida funcional. Esta pérdida de masa y función muscular, una afección llamada sarcopenia, suele superponerse con la desnutrición, en especial en pacientes mayores.

Asimismo, en el ámbito global, solo el 40 % de los bebés menores a seis meses se alimentan exclusivamente de leche materna. Si la lactancia se ampliara a niveles casi universales, se podrían salvar alrededor de 820,000 vidas de niños anualmente (OMS).